El derrabe

Monumento al minero (foto de la autora)

Este relato ha obtenido una mención especial en el XIV Concurso de Microrrelatos Mineros, Manuel Nevado Madrid); Ed. Fundación Juan Muñiz Zapico, Asturias, 2018

 

Deja de moverte: ya sé que estás incómodo, colgando por los pies del travesaño de la galería, pero hay muchos metros por debajo de ti; el carbón del derrabe que te arrastró te ha desorientado y el pequeño salto que te imaginas si te sueltas, es una caída hacia la muerte.

Deja de moverte: el guaje que te llama, está enterrado hasta la cintura y asustado porque vomitó el bocadillo teñido por el vino de la bota y cree que está reventado por dentro, pero no corre peligro y respira. Deja de moverte: la Brigada ya está trabajando y pronto llegará a vosotros.

Deja de moverte: afuera espera tu padre que engañó a tu mujer cuando fue a buscar ropa a casa porque te habías mancado un poco y tenías que mudarte; afuera está ella, que con un presentimiento ha subido vía arriba entre miradas y murmullos de la gente.

Deja de moverte: saldrás hinchado por las horas colgando boca abajo, saldrás con varias costillas rotas, saldrás con  puntitos de carbón, incrustados bajo la piel de tu rostro que te acompañarán siempre; te esperan tres meses de hospital pero estarás vivo. Deja de moverte: si me haces caso, saldrás de esta. Deja de moverte: volverás a ver a tu mujer y la niñita nacida hace dos años te acompañará en largos paseos en bicicleta y te dará nietos que correrán cogidos de tu mano; el guaje, será el padrino de tu segunda hija y la verás convertirse en profesora; tendrás otra hija casi sin esperarla, en la madurez, y otra nieta, que te traerán días de risa y de luz.

Deja de moverte: tu foco y el del guaje –hace rato que no te llama y quieres pensar que se durmió agotado- se han apagado y sólo hay oscuridad, pero tendrás domingos llenos de placidez en torno de la mesa con los tuyos y contarás a tus yernos esta historia y me llamarás por muchos nombres; seré la Providencia, la Suerte, Santa Bárbara…No importa, te tengo bien sujeto y no voy a dejarte caer. Deja de moverte: la muerte no te ha puesto aún en su lista; ¿oyes los golpes?, ¿ves las luces que se acercan?… Dentro de muchos años, en el hospital, entre la niebla de la enfermedad y la morfina, revivirás esas horas y pensarás estar enterrado en vida otra vez; pero uno de los tuyos, que te vela, cogerá tu mano y su voz, será el eco de las voces que escuchas ahora –respondiendo a la tuya- y que te llena el corazón de una inmensa alegría: ¡tranquilu compañeru, ya llegamos, ya tamos aquí, nun te preocupes que vamos sacabos …!

 

 

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