«He acusado las injusticias porque no quiero que mi silencio las absuelva».
Clara Campoamor tuvo el coraje no sólo de enfrentarse a sus contrincantes políticos -lo que era relativamente fácil- sino a compañeros y compañeras que pensaban que su lucha por el voto para la mujer, era temprana, políticamente incorrecta que diríamos ahora; como si el derecho a pensar y opinar -aún a riesgo de equivocarse- fuera distinto por ser hombre o mujer.
Ella que tanto había trabajado para formarse y alcanzar sus sueños, vio como su lucha por la igualdad de sus congéneres, la demonizó incluso entre sectores que se decían progresistas; la guerra que la condenó al exilio, la sumió en la oscuridad para muchos y muchas de sus compatriotas. Tras la llegada de la democracia, su obra y su figura se han comenzado a recuperar para las nuevas generaciones porque su ideario sigue vivo y actual.
Hoy, las cosas han cambiado algo, pero ¿por que no se celebra el día del Hombre? Porque ellos tienen un status claro y definido, y nosotras tenemos que seguir batallando cada día para conseguirlo; porque a ellos se les suponen sólo por el hecho de ser hombres, rasgos y cualidades que se nos niegan a nosotras. Todavía, y es sólo un ejemplo, la expresión «mujer pública» tiene connotaciones opuestas a «hombre público»; todavía se tiene por costumbre cuando se crítica a una mujer -política, laboral o personalmente- poner un «la» delante de su apellido, cosa que nunca sucede, aunque la crítica sea feroz, en el caso de los hombres; todavía se nos juzga por la ropa que llevamos y no por nuestras ideas y actitudes… Pueden parecer anécdotas, pero si precisamente a estos niveles se producen desigualdades, ¿qué decir de las que están presentes en nuestro día a día?. Como tantas veces, el hecho y el derecho no van acompasados.
En este Día, las mujeres debemos reivindicar nuestro papel como seres humanos; las mujeres debemos exigir que capacidades, aciertos y errores se nos contabilicen en el mismo plano que a los hombres; debemos reclamar nuestro derecho a ocupar los libros de texto, rompiendo el anonimato al que nos condenó la historia patriarcal; debemos ayudar a salir de la oscuridad de la desigualdad (económica, cultural, social) a aquellas menos afortunadas que nosotras; debemos ocupar a plena luz, nuestro lugar como ciudadanas. Yo, como Clara Campoamor, confío en que nuestro ideal, se llene de nuevas semillas.