Según la mitología griega los titanes fueron hijos de Urano (el Cielo) y de Gea (la Tierra). Por temor a que lo destronasen, encerró a sus hijos en el Tártaro, un profundo abismo; uno de ellos, Cronos (el Tiempo) ayudado por su madre, destronó a Urano y se proclamó rey de los titanes. Casado con su hermana Rea, y temiendo un destino igual al de Urano, tragaba a sus hijos nada más nacer pero su esposa le ocultó al último, Zeus, quien llegado a la edad adulta, destronó a su padre, liberó a sus hermanos y se enfrentó a los titanes a los que encerró otra vez en el Tártaro. Después de su victoria, Zeus se quedó con el dominio del cielo y dejó el mar para su hermano Poseidón y el inframundo -el mundo de los muertos- para su hermano Hades.
En la mitología clásica, Hades, estaba casado con Perséfone, hija de Deméter la diosa de la agricultura y hermana también del dios infernal. Hades había raptado a Perséfone y ante las protestas de Deméter y siguiendo los consejos de Zeus, permitía que cada año, la jóven regresara a la tierra para consolar a su madre. Esta vuelta simbolizaba los misterios de muerte y resurrección de la naturaleza, vinculados con el cambio de estaciones.
No es extraño pues, que en el pensamiento de la antigua Grecia, la muerte tuviera un espacio fundamental. Hasta el terrible reino de Hades, las almas llegaban tras un largo viaje: Hermes, mensajero de los dioses, las guiaba hasta el río Estige; allí, tras pagar un óbolo a Caronte, cruzaban en su barca al otro lado, hasta las puertas del mundo de los muertos, custodiadas por el can Cerbero; después de traspasarlas, debían enfrentarse a los jueces Éaco, Minos y Radamantis, hijos de Zeus, que decidían su premio o su castigo. Las almas de los justos iban a los Campos Elíseos, un lugar lleno de venturas; las de los condenados al Tártaro, lugar de tormentos.
Pero¿quién decidía el destino de los hombres y mujeres en el mundo de los vivos? Homero y otros autores hablaban de diosas indeterminadas, pero con el paso de los siglos y al aumentar la rica complejidad de la mitología griega, se comenzó a hablar de las Moiras o Parcas. Eran tres, hijas de Zeus y Temis (la Justicia) Se las representa como unas mujeres viejas y con el objeto de su labor: Cloto, que lleva la rueca, era la encargada de tejer el hilo de la vida; Láquesis que lleva una vara, era la encargada de determinar la longitud del hilo de la vida; Átropos, que lleva unas tijeras, decidía la manera en que cada persona debía morir, y era la encargada de cortar el hilo de la vida. El propio Zeus las temía y cuidaba de que su culto se mantuviera en activo para que no se enfadaran.
El mito se extendió durante siglos y William Shakespeare se inspiró en ellas para crear las tres brujas de Macbeth.